Lectura recomendada para un fin de semana largo. Diario de una ciudad libertaria, Zaragoza 1871-1936.
En Diario de una ciudad libertaria, la ciudad de Zaragoza nos relata en primera persona los hechos acaecidos en sus calles durante una época muy convulsa, ocultada o tergiversada según los intereses.
Os facilitamos un enlace para su descarga y lectura, lo que no quita para que, quien lo quiera disfrutar en papel, lo busque en librerías de la ciudad.
Nota del autor:
El libro que vas a comenzar a leer es una crónica periodística extraída de varios medios de la época sobre los acontecimientos vividos en Zaragoza durante el primer tercio del siglo XX. En estos años Zaragoza fue el escenario de las luchas sociales que se repetían por todo el Estado, pero que aquí tuvieron una especial virulencia e importancia ya que, tras Barcelona, Zaragoza fue el gran núcleo del anarcosindicalismo, tanto por el número de afiliados como por la importancia de muchos de los nombres míticos de la historia del anarquismo que se relacionaron con esta ciudad y por la repercusión que los acontecimientos, aquí ocurridos, tuvieron en el resto del Estado.
Es la ciudad de Zaragoza quien nos habla:
Quizá es muy presuntuoso el presentarme como ciudad inmortal, como me han definido grandes escritores, pero si soy una ciudad bimilenaria creada por los romanos junto a un núcleo ibero, Salduie. Fui la única ciudad del imperio con el nombre del emperador: Caesar Augusto.
Durante mis dos mil años de vida he visto y vivido de todo. Por mis calles han pasado distintas culturas: desde los romanos a cristianos, pasando por musulmanes y judíos.
He vivido invasiones, conquistas y reconquistas; los visigodos, los musulmanes, la reconquista cristiana, la invasión de las tropas castellanas, la invasión de las tropas de Napoleón y el intento de invasión de los carlistas.
Han pasado héroes, aventureros, conquistadores y villanos, algunos muy conocidos como Alfonso I, Agustina de Aragón o José Martí. Otros, héroes con mayúsculas, borrados de la historiografía como Francisco Ponzán. Incluso ha paseado por mis calles un falso Don Quijote.
Me han decorado los mejores artistas, como Francisco de Goya, Pablo Gargallo, Pablo Serrano. Han escrito en mis calles grandes escritores como Ramón J. Sender, otros me han dedicado versos, entre ellos Benito Pérez Galdós. ¡Me visitó Albert Einstein!.
Pero hay una parte de mi historia más reciente que está deliberadamente oculta y escondida a la historiografía. Durante las primeras décadas del siglo XX fui escenario de grandes luchas sociales, por personas que querían cambiar la sociedad y el mundo, personas que no dudaban en sacrificar su vida en pos de lo que ellos llamaban «la Idea». Durante esos años fui una ciudad Libertaria, con mayúsculas, tras Barcelona fui el gran centro del
anarquismo. Fui el escenario de todo tipo de batallas y de sueños, y se regaron, mis barrios, de sangre y plomo. Por aquí vi pasar a auténticos aventureros e idealistas como Durruti, Ascaso, Cipriano Mera, García Oliver, Miguel Chueca, Ángel Chueca, Teresa Claramunt, Antonia Maymon y héroes de los de verdad, de los que solo se conoce uno en muchas vidas, como Paco Ponzán.
Ya no queda casi nadie que viviese o recuerde esos días y esas batallas, y en los libros de historia hay muy pocas huellas, fruto de la llamada Transición. Pero hay un rincón, uno de esos palacios renacentistas que aún me quedan en pie, el de Montezumo, donde se pueden encontrar las huellas escritas de todas estas historias.
Porque fui una ciudad Libertaria. Porque al igual que en mis calles se recuerda y se detallan escenarios de la guerra de los Sitios, también debería recordarse estas guerras y batallas. Porque la Memoria Histórica no debe ser selectiva. Y porque sus nombres no tienen que borrarse de la historia, de mi historia.
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