¡Arde Zaragoza!
Lo que estamos sufriendo en estos últimos tiempos, a juicio de CGT, es un disparate. Y no porque no supiéramos la catástrofe que se cernía sobre la ciudad cuando asomaban los nubarrones de la derecha extrema junto a la extrema derecha en el Ayuntamiento. Desde hace tiempo estos nubarrones descargan en los pueblos que se arrojan en sus manos pidiendo agua, aunque al final lo que reciben es pedrisco y gordo.
Zaragoza tiene un pasado imperial desde hace dos milenios con su fundación por parte de César Augusto. La grandeza de Roma. Como ocurrió en Roma, en Zaragoza se ha llegado al punto de ofrecer no pan, pero sí mucho circo. Se procede a la demolición rápida de la Romareda, como si corriese prisa hacer la nueva, no vaya a ser que alguien se eche atrás y no se lograsen terminar la construcción del nuevo Circus Máximus Caesaraugustae. Nunca los circenses fagocitaron tanto el tejido social de una ciudad.
Lo que quizá no hubiera sido ya necesario emulando a Roma, si lo que se busca es el antiguo esplendor imperial, es prender fuego a la ciudad, como hiciera Nerón. Las llamas se están propagando con furia por todos los rincones que huelen a cultura y participación ciudadana. Todo que es susceptible de ser un proyecto social sufre la devastación del incendio neoliberal. Un fuego colosal que el neoliberalismo provoca en su última canción. Las externalizaciones de diversos equipamientos deportivos, que ya no serán públicos, el deterioro de los que hay en funcionamiento, el cierre de diversos programas culturales, las modificaciones del plan general de urbanismo y el recorte en proyectos educativos diversos son un fuego vivo, un incendio brutal mientras desde el balcón del Ayuntamiento se toca el arpa. Como última nota de la canción, tras eliminar todos esos programas culturales, se entrega parte del presupuesto eliminado a la escuela de toreo. Ni para su idea de país del torero y tonadillera han tenido la decencia de apartar presupuesto, han debido de usurparlo a otros proyectos previamente dotados.
Incluso las zonas de huerta que rodean a la ciudad y los montes circundantes que albergan una naturaleza que para sí quisieran quienes hablan de “paraíso natural”, está amenazadas por el incendio neoliberal. Incendio del que se lucraran, como no puede ser de otro modo, quienes a la sombra del capitalismo se quieren incautar de todo el dinero público para sí, gestionando las cenizas de lo que un día fue la ciudad.
A más reducida escala, las personas que trabajamos en este Ayuntamiento vemos que pasa otro mes sin actualizar la nómina con los retrasos. No es que no se atiendan las necesidades de personal, que no se atienden, es que ya ni se pagan las deudas, que es lo que son los retrasos. Se tiene más interés en generar beneficio para el sector privado con dinero público que en pagar lo que se debe al personal propio. Malos pagadores y peor gestores. Eso es lo que cada vez más personas creen que son.