AUMENTA EL SINDROME DEL BOLI INQUIETO EN LA CASA
El síndrome del boli inquieto arrasa entre algunos y algunas delegadas sindicales municipales.
Una extraña y terrible enfermedad está haciendo estragos en el colectivo de los delegados sindicales en el ayuntamiento. Se llama el “síndrome del boli inquieto”, y, aunque no existen cifras oficiales, se calcula que afecta a una buena parte de los delegados y delegadas de esta casa, sobre todo en los sectores menos combativos. Hemos consultado a los expertos sobre esta peculiar dolencia que ha hecho saltar todas las alarmas en la clase trabajadora y el personal municipal.
La población de riesgo de esta enfermedad son los delegados de los sindicatos mayoritarios y alguno corporativo; el perfil típico de la persona afectada es varón blanco, liberado, con ansias de político centrista, de mediana edad y tonto del culo.
El síntoma más llamativo del “síndrome del boli inquieto” es la necesidad compulsiva de estampar la firma en cualquier papel que se ponga por delante del sujeto afectado. Andrés Bolibic, experto en todo y becario de esta redacción cegetera, explica cómo detectar los casos: “Se da a menudo la circunstancia de que, habiendo un acuerdo en vigor, el sujeto firma otro acuerdo sobre la misma materia con peores condiciones. Este comportamiento se llama en la literatura científica ‘firmar mierdas’, y quien lo lleva a cabo es clasificado como un ‘firmamierdas’. Esa puede ser una señal de que nos encontramos ante un caso de síndrome del boli inquieto, salvo que el acuerdo suba el sueldo exclusivamente al sujeto afectado, en cuyo caso apuntaría más al síndrome del morro que se lo pisa. Firmar rpts en años alternos es otro de los posibles síntomas, igual que autojustificarse con frases como ‘para nosotros el conflicto en deportes no es un fin como lo es para los radicales y anarquistas, sino un medio para conseguir mejoras’, ser amigo de la directora de RRHH, u oler a traidor”.
En cuanto al tratamiento, Bolibic explica que “siempre es aconsejable alejar al sujeto del ámbito en el cual su compulsión puede resultar más dañina; esto significa apartarle indefinidamente de las negociaciones y de las infinitas reuniones con personal. Este tratamiento a menudo tiene como consecuencia ciertos comportamientos patológicos derivados del síndrome de abstinencia, como firmar autógrafos que nadie les ha pedido, o firmar algún artículo en el heraldo. Aunque algunos de estos síntomas son nocivos para el paciente si perduran, en algunos casos el sujeto ha conseguido sublimar su compulsión de firmar en una carrera artística en el mundo del grafiti, simplemente cambiando el soporte de la firma del papel a los muros. En casos extremos, en los que el sujeto recae una y otra vez en su vicio, puede llegar a ser recomendable la terapia del boli que no pinta”.